"Sal y disfruta" (El Abridor de Candados. El secreto para abrir tu corazón)
Y eso es lo que hicieron.
Una frase escueta y motivadora, que resume muchas cosas en la vida
de un deportista y en la vida personal de cualquiera. Y esta arenga me quedó muy
bien grabada. Me la tomé como mía cuando empecé a ver que tras mis rejas mentales
había vida. Más allá de lo físico y de lo mental había vida.
Una persona hizo que me viera como realmente soy. Este fue Bonaventura y corría el año 2011, personaje
al que le encantaba el fútbol, y el FC Barcelona en concreto. Un capítulo especial
se merece un amigo muy sentido y que ya se fue.
Bonaventura fue un luchador en la vida. Sus problemas de salud crecían,
tenía cerca del 90% de discapacidad reconocida, después de un accidente casi mortal
en su profesión. Fue conductor de grandes vehículos de transporte y de maquinaria.
Eso hizo que físicamente su cuerpo se fuera despidiendo de él, cosa que pude observar.
Además, sus relaciones personales con sus padres y su hermana no pasaban por un
buen momento y no fueron las mejores, durante mucho tiempo. Vivía en el resentimiento
constante para con ellos.
Yo lo observaba y lo admiraba a la vez. Sus quejas y críticas eran
constantes porque él quería hacer las cosas a su manera, independientemente y tenía
el derecho de hacerlo con o sin discapacidad.
La idea de ser autónomo al máximo posible era su objetivo. Por ejemplo,
nada le impedía el conducir un Peugeot 205 sin adaptar. Se ponía un cojín para llegar
mejor a los pedales y con eso tiraba.
Iba a comprar con el vehículo y lo aparcaba cuando había espacio
suficiente delante de la puerta del supermercado, compraba comida y compraba botellas
de brandy, de Soberano… El beber le perdía.
A diario olía a bebida. Aunque por las mañanas menos, pasadas unas
horas ya se le notaba el exceso y sobretodo en el lenguaje.
Me sorprendió su manera de ser. Su actitud frente a la vida. Su
manera de afrontar los problemas, su fortaleza y su capacidad de lucha.
Una vez en la oficina inmobiliaria donde yo trabajaba, me propuso
si yo pudiera enseñarle a usar un ordenador. A lo que dije que sí. Que no había
problema que lo primero era saber que idea tenía y que me la contara.
Me dijo que quería instalarlo en el comedor del piso porque se pasaba
muchas horas viendo la tele, era en un piso que había alquilado recientemente.
¡Ok! le dije. Vamos a ir a un lugar a por una torre, un teclado
y una pantalla. Cuando lo tengas más claro yo te acompaño, lo compramos, lo instalamos
y te muestro como manejarte. No hay problema Bonaventura, le dije.
Y chocamos como pudimos las manos. Él tenía solo tres dedos en su
mano derecha, los tres estaban como podían estar. Me refiero a que los tres estaban
inmóviles, pero se esforzaba en chocarlos.
Cada vez se movía menos de su piso. Le pidió a una señora si por
favor le podía limpiar el lugar una vez por semana a cambio él le pagaría. A otra
persona le pidió si le podía ir a comprar la comida con quien hizo un trato parecido.
Tenía facilidad por socializar, aunque cada vez se movía menos.
Le instalé el ordenador lo mejor que supe y le enseñé a manejarse
con el ratón. Él lo prefería antes que al teclado. Con un dedo le enseñé a teclear
la contraseña y a darle al Intro (Aceptar). Algo tan sencillo para nosotros, pero
que para él era toda una aventura el acertar con el dedo de la mano derecha. El
otro brazo no podía forzar con él, lo tenía inmóvil. Él practicaba y practicaba.
Quiso abrir un email propio para comunicarse con su abogado y su familia más lejana.
Y posteriormente un perfil en Facebook. Quería reencontrarse con ellos, con la familia
y con los amigos, hacer videoconferencias y ver fotos de su sobrina y de los amigos
que había dejado en Mallorca. Seguía practicando pese a sus problemas de salud y
la avanzada edad.
Dejó de conducir. Ya no se veía con ánimo y seguridad de coger el
205. A mí me pilló que ya estaba recién separándome y que ya no frecuentaba el pueblo
con tanta asiduidad como antes, así que pactamos vernos todos los miércoles. Nos
veríamos para seguir avanzando en el propósito de manejarse mejor con el ordenador.
Aprendía rápidamente.
Yo me reservaba toda la mañana completa. Esperaba que se hicieran
las 10h y llegaba al piso, una planta baja. Llamaba al timbre y él abría por dentro.
Teníamos un tono de timbre pactado, varios golpes de timbre era la señal, así sabía
que era yo y le ahorraba viajes innecesarios a la puerta.
Él estaba recién levantado muchos días, peinado y listo. Los días
que tenía a la señora que le ordenaba el piso y le limpiaba, eran estupendos porque
todo olía a limpio, los demás días él hacía lo que podía para cocinarse y lavarse.
Supe que tuvo ayuda posteriormente.
Siempre quiso gratificarme y me ponía dinero en la mano y si no
en un bolsillo. Yo le dije que no, que no debía hacer eso. Desde el primer día insistió
que quería hacerlo así, que se sentiría mejor, que tenía dinero y lo gastaría aprendiendo
cosas que le gustaban mucho.
Para mí, era algo sencillo de enseñar y no era necesario que me
diera nada, pero él insistió. Él insistió desde el primer momento. Yo me sentí bien
con el tiempo y compensado a la vez. El me ayudó mucho moralmente y ese extra también
me fue bien para mis gastos, lo estaba pasando mal recién separado y estaba en mi
zona oscura en aquellos momentos, vernos y charlar una vez a la semana nos reconfortaba
a los dos. Yo le conté que ya no estaba con mi mujer, que me había separado, entonces
él pensó que como no quería perder el contacto conmigo, aunque fuera vía email,
mensajes o como fuera, así que me propuso que una mañana me fuera directamente a
comprarme un ordenador para mí. Un portátil.
Le comenté el tema a un muy buen amigo que entendía de ordenadores.
Alf me dijo que en un gran centro comercial de la ciudad siempre tenían ofertas
de última hora y que iríamos a preguntar. Le debo mucho también a mi amigo “tito
Alf”. Hoy ya se cumplen 10 años de ese día en que lo compramos y es desde donde
te escribo estas letras de hoy, está viejito, pero sigue conmigo.
Bonaventura quiso regalármelo y siempre que lo recuerdo lo hago
con mucha estima, cariño y amor. Le doy las gracias allí donde esté, infinitamente
por darme tanto y él lo sabe. Regalarme esta herramienta tan poderosa en ese momento,
en que yo ni sospechaba que sería tan esencial para mi desarrollo personal fue algo
fantástico e inolvidable. Cada uno ofrece lo que puede o tiene y Bonaventura lo
demostraba perfectamente.
Un día quiso que le acompañara a un centro anatómico forense de
Reus (Tarragona). Un lugar donde él había pensado dejar su cuerpo a la ciencia.
Se hicieron los trámites de sus últimas voluntades y quedó todo firmado y dispuesto.
Se hizo en una mañana y allí estuve acompañándole.
Otro día me propuso que le gustaría tener un balancín para el comedor.
Pero de esos tradicionales, de los de toda la vida, de mimbre o de madera, de los
que se usaban para los abuelos y las abuelas, para balancearse, de los antiguos
ya me entiendes.
Busqué donde encontrar uno. Pillamos su coche y nos fuimos una mañana
a por él en Vallmoll (Tarragona). Allí encontramos solo uno, el que quedaba era
para él y así estaba previsto. (Empecé a creer en la sincronicidad).
No fue barato, pero lo compró muy a gusto. Estaba más que contento
con su balancín en casa. Siempre estaba sentado en él viendo la televisión, con
su copita de brandy y el tabaco porque también fumaba y mucho. Él veía que su salud
era más frágil día a día y era consciente que en cualquier momento se despediría
definitivamente.
En 2012, yo empecé mi nueva vida en la ciudad. Fui viéndolo hasta
el verano cuando finalizamos los encuentros. Cada vez dilataba más las subidas al
que había sido mi lugar de vida por años, el mismo pueblo donde vivía él. Nos íbamos
escribiendo y no dejábamos de estar en contacto. Hasta que un día me di cuenta de
que ya no me escribía de vuelta. Así que me acerqué a verle hasta su casa y no respondía
al timbre. Alguien me dijo unos días después que estaba hospitalizado gravemente.
A la mañana siguiente falleció. No pude despedirme de él. Si pude asistir a su sepelio
en Vendrell (Tarragona), lo incineraron. Conocí en el entierro al matrimonio que
estuvo cuidando de él hasta el final.
Su hermana por lo que dijeron hizo lo que quiso con el cuerpo. No
hizo caso a nadie, ni de las últimas voluntades de su hermano y lo incineraron.
No pudimos hacer nada. Yo me sentí muy mal. Paralizado.
Ahora en la distancia del tiempo, su imagen me viene al pelo para
este capítulo final un poco triste, pero empoderador.
A los pocos meses de su partida y por sincronía, llegó a mis manos
el libro de Ganga Stone: “Palabras de vida y muerte”, el cual te recomiendo que
leas una vez en tu vida.
A mí llegó este libro en el momento adecuado, como siempre es y
será.
” A menos que usted piense que va a vivir para siempre,
lea este libro”. Joan Rivers nos invita en su portada.
Bonaventura, aportó a mi vida algo que encontré en este libro que
quiero compartirte y que significó algo muy importante para mí.
Todos hemos tenido experiencias con la muerte, cercanas o lejanas
con familiares, padres, abuelos, hermanos, amigos, personas en general que han abandonado
este plano, esta vida. A veces hemos podido despedirnos de ellas, a veces no.
Mi padre, por ejemplo, nos dejó muy joven con 60 años. Mi abuelo
paterno anteriormente fue mi primera experiencia con la muerte, luego mi abuelo
materno, su esposa, mi abuela y padrina, mi tío, mi abuela casi centenaria y hace
poco mi tía, la hermana de mi padre.
Ganga Stone nos da una visión muy importante para dar un paso hacia
la aceptación de la muerte y el goce de la vida.
Gracias al ejemplo de Bonaventura y a la lectura de “Palabras de
vida y muerte” acepté y encontré la explicación a que la muerte no existe, que es
algo mental. Que el cuerpo se va despidiendo de nosotros y que lo que hacemos es
trascender e irnos de forma física, quedarnos en el alma de las personas que se
quedan en este plano y aunque ellos físicamente no estén, nunca se van. Más allá
de esto ha sido para mí encontrar la vida desde la muerte. Viviendo la vida desde
otro punto de vista, haciendo lo que realmente quiero, en coherencia conmigo y mi
manera de vivirla y la vida me acompaña para que así sea.
Aunque suene a despedida no lo es. Es un poderosísimo ejercicio
de crecimiento y de desarrollo personal.
Como dice Eckhart Tolle: ¿Ya has hecho tu visita mensual al cementerio?...
El cuerpo se nos presta y convivimos con él. A veces no somos conscientes de que
conducimos un vehículo y hay que mantenerlo bien, sano y en perfecto estado.
¿Eres consciente de ello? A veces se nos olvida.
Gracias a Ganga Stone por su obra, y gracias muy especialmente a
la doctora Elisabeth Kübler-Ross (1926-2004), por sus libros, sus conocimientos
y sus aportaciones desde el acompañamiento a la muerte, para mirar a la vida de
otro modo, de otra forma.
Ella abrió el paradigma en solitario, también lo aró y lo sembró.
Su cosecha ha sido y es inmensa. El tabú para hablar de la muerte ha existido y
existe. Y desde hace muy poco tiempo no existían ni libros, ni lugares de acogida,
ni grupos de apoyo y ni siquiera se hablaba de la muerte y el morir.
Todos le debemos muchísimo a Elisabeth, pero estamos demasiado cerca
de los árboles para distinguir el bosque. La magnitud de su contribución hoy ya
se está viendo y podrá verse mejor a medida que transcurra el tiempo. Los frutos
del trabajo de su vida ya los estamos disfrutando y seguro que ella nos observa
desde otro lugar y nos mira y sonríe. Gracias, gracias, gracias, Elisabeth.
Fuente: “Palabras de vida y muerte” Ganga Stone.
Biblioteca Grandes Viajeros. 1ª Edición mayo 1999.
De hecho, te diré que desde entonces la frase:
Tiene mucha importancia para mí en todas las facetas de mi vida.
Te contaré que desde hace unos años cada vez que acompaño a mi madre al cementerio,
el día de todos los santos, donde yacen los restos de mi padre y de mis familiares,
siento algo en mí muy diferente. Realmente acompaño a mi madre a llevarle flores.
Físicamente él no está.
Sus restos han vuelto a la tierra de donde nació. Todos pertenecemos
a la Madre tierra.
Porque todos nacemos y morimos a la vez el día que nacemos. Aunque
no nos den ni el día ni la fecha así está previsto. Pero quien lo sabe. Detrás de
la partida de nacimiento, sigue estando vacío y ni yo mismo sé cuando se va a rellenar,
ni el día ni la hora. Así que consciente de eso no me preocupo por ello.
Como dijo Woody Allen una vez, cuando le preguntaron si había vida
después de la muerte a lo que respondió:
Así que ante la vida y en la vida Sal y disfruta.
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