La vinculación en la pareja. Las 4 piedras angulares. El amor mira y ve. Coaching sistémico. Coaching de vida.


 

La vinculación en la pareja

Bert Hellinger nos habla de las 4 piedras angulares de una pareja.

¿Qué hace que unas parejas funcionen y otras no? ¿Qué da estabilidad a una relación y qué crea una crisis permanente?

Básicamente son cuatro las piedras angulares que, en su conjunto, posibilitan la construcción del hogar. Si falta una de ellas o una se encuentra debilitada, la casa es inestable; si faltan varias, es probable que la pareja no dure a largo plazo.

La primera piedra angular es el amor. En el enamoramiento se crea un primer vínculo entre dos personas que las impulsa a comenzar una relación. La consumación sexual sella este vínculo. Después de un tiempo, uno se da cuenta de que el otro no es perfecto. Es un acto de amor aceptar al otro tal como es. Lo contrario del amor no es el odio, que al igual que el amor mantiene el vínculo, sino la indiferencia. Es en la indiferencia donde muere el vínculo y el desinterés sexual lo debilita.

La segunda piedra angular es la presencia. Es la experiencia de caminar juntos. Si uno de los miembros de la pareja no está presente, el otro se siente solo, no visto. A veces uno sigue “enredado” en una anterior pareja y esto hace que no esté del todo libre y presente para su actual pareja. También puede encontrarse inmerso en una dinámica de “mirar hacia atrás” y prestar más atención a su familia de origen que a su familia actual.

Otro motivo de que uno de los miembros de la pareja esté ausente es la adicción al trabajo, al igual que cualquier otro tipo de adicción. Si la pareja se forma entre dos personas “ausentes”, no se vive la falta de presencia como una dificultad.

La tercera piedra angular es la responsabilidad. Una pareja es una relación entre iguales. Cada uno debe asumir su parte de la responsabilidad respecto a la relación. De esta manera ambos la cuidan. Cuando uno exige al otro que le dé lo que sus padres no le dieron, y se siente con derecho a ello, se coloca en una actitud infantil. De esta forma no se hace responsable de sus propias carencias y necesidades, cargando a su pareja con sus exigencias. De la misma manera, se crea una relación desigual cuando uno se siente responsable del otro, como si fuera su padre o su madre. A menudo, estas dos actitudes se complementan, haciendo juego.

La cuarta piedra angular es el aprecio. Como aprecio al otro, también aprecio lo que me puede dar y lo acepto agradecido. Eso hace que me surja el impulso de devolverle algo mío, porque en el fondo me siento en deuda. Así se crea entre la pareja un intercambio rico, que la fortalece.

El conjunto de estas cuatro piedras angulares hace que uno renuncie a las demás posibilidades de pareja en el mundo y a la fantasía de la felicidad perfecta. Como amo a mi pareja, la tomo como es. Como quiero estar presente, no voy a buscar otra relación. Mi responsabilidad por la continuidad de la pareja exige que me haga cargo de mis carencias personales. Y es finalmente el aprecio por mi pareja lo que me hace elegirla a ella.

El enamoramiento es ciego, el amor mira y ve.

B.H. nos pregunta: ¿No es curioso que, aunque uno se haya separado de su pareja, anhelando algo mejor, vuelva a encontrarse con las mismas dificultades en la siguiente relación? La razón para esto es la búsqueda del amor perfecto.

En el fondo solamente existe una relación en la que hemos experimentado un amor y una atención incondicionales: con nuestra madre.

Bert Hellinger

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